10 de abril de 2009

Café

El ambiente inundado de Wes Montgomery, comiendo pan danés con manzana y bebiendo café negro. En la soledad del estudio encuentro un remanso ansiado. Se escapa todo conforme las palabras se van depositando en la hoja: el tiempo, la vida, los recuerdos, las estaciones… inclusive el aroma del café pierde fuerza y el lastimero sonido del jazz se desvanece.

Oscurece, el día comienza a adoptar los tonos grises que caracterizan su final mientras pienso en una noche color sepia, en donde vea el entorno a través del café que reposa en el fondo de mi tasa.

Ajeno a lo que me rodea, cansado, solo, busco refugio en el fondo del recipiente y descubro un mundo en el que las cosas son lo que son, y no lo que aparentan o nos hacen creer. No veo diferencias entre blanco, amarillo o negro. Todo está lleno de matices que progresan del caqui al marrón.

Doy un sorbo, para no ahogarme con el frío y la soledad, y descubro un sabor diferente a todos los de antes, en ocasiones amargo, unas veces suave y endulzado, otras acompañado de un poco de leche o crema, con espuma o vino. Hoy lo encuentro sincero, sin disfraz, como me gustaría conocerme y conocer a muchos a mi alrededor.

El café que estoy tomando ahora no es amargo, tampoco dulce o quemado; sabe a guardia, lectura, sollozo, sonrisa, pésame, silencio, alboroto; a fogata, desvelo, mañana, tarde, calor, frío; sabe a la vida que ha desfilado frente a mis ojos –y boca, manos, garganta, mente- … sabe también a pasado, a futuro. Sabe a nostalgia cuando no sabe a otra cosa.

A eso me sabe el café, mi vida sin él sería la misma, y a la vez, completamente diferente.

Iqui Balam tomando café, 4 de septiembre de 2008. 17 de enero de 2009.

1 comentario:

Anónimo dijo...

tres interessant, merci