23 de septiembre de 2008

Taxco 14 años después




Tenía quince años cuando viajé de mochilaso a Guerrero. No hicimos estrictamente el hitchhiking, con el dedo apuntando hacia arriba, pero fue algo muy cercano. Mi amigo, A, y yo decidimos hacer un viaje que iniciaba del proletariado y finalizaba del otro lado, con la visita a un maestro con doctorado en clarinete.

Llegamos Taxco a medio día, después de ver las 7 muertes del jaripeo en un video local, con fondo musical de banda. Tras hacer el check-in en el hostal y dejar el equipaje salimos a hacer teatro callejero. Plagiamos los sketchs de los payasitos coyoacanenses tan cotidianos y comunes a nosotros. Se decidió pasar el sombrerito, (yo llevaba una gorra de los Houston Rockets y A su típico sobrero de cuero de ala redonda). Ganamos una buena cantidad de dinero, misma que tuvimos que dar de mordida al policía secreto que rondaba el kiosco y se nos acercó pidiendo su tajada. Entre la primera y segunda funciones actuó un compañero de profesión, o mejor dicho un profesional, dada nuestra condición de amateurs. Tenía mariguana y un compañero en la cárcel Taxqueña; yo tenía quince años. Terminaron las funciones y con el dinero restante de lo ganado compramos nuestra cena.

Al día siguiente viajamos a Iguala, nuestro amigo payaso nos encontró de nuevo y decidió continuar su viaje con nosotros, afortunadamente él iba a la convención de teatro callejero en Morelia y nosotros a Acapulco. Decidimos, terminar nuestra carrera de actores de calle y viajar al ex -paradisíaco puerto. En ese viaje conocí a una de las mujeres más hermosas que he conocido en mi vida, aprendí a fumar pipa, aprendí a escuchar a Mozart, a escuchar el mar. Aprendí más tarde que los amigos son para siempre, aunque se hayan ido y no vuelvan. Escribí un cuento por ese entonces en el que se asomaba parte de la experiencia vivida.

Ahora que regreso, esos recuerdos me transportaron a un lugar completamente distinto al que visito. Las calles, la gente, las casas, las plazuelas eran diferentes –o al menos así las veía yo –. Sin embargo, este último viaje fue 7 veces mejor. Taxco, mi compañía, mi comida fueron mejores. Sigo aprendiendo, sigo reconociendo y conociendo, sigo soñando.

Blackbird


Encerrado en una vida que sin cerrojos ni ataduras me tiene en el mismo sitio de siempre. Inseguro, cansado, triste. No me dejan descansar. Mi mente vuela a diario a mundos en donde todo es mejor, mis párpados se cierran, pero mis ojos no descansan. Soy igual que antes, un oasis. Una idílica visión me rodea y no soy más que desierto, arena caliente, aire caliente, sofocante. No soy nada más. Soy una portada de revista, una carátula, la publicidad de un último modelo. No soy. Soy y no soy. Seré. ¿Cuándo seré?