19 de abril de 2009

I’ve lost my yellow basket - Ella Fitzgerald


Gustave Dore - Inferno - Canto 3

Así es la vida, una colección de días como éste: no alegres, no tristes, con momentos agradables y momentos difíciles, con blues en el ambiente y en mis oídos, con melancolía, con ganas de reír y de llorar, simultáneamente, con sueño y esperanza, con desilusiones y temores, así son los días normales. De pronto mi mente me engaña y trata de decirme que soy feliz, pero cuando capto el mensaje la felicidad se disipa, en otras ocasiones me pide que llore, que grite de rabia, que deje de hacer lo que hago, pero es ella misma quien se contradice e impide que haga algo así.

Cada vez son más pesadas estas espaldas que antes sentía volaba con ellas. El sonido de la trompeta, hermoso, no me evoca pensamientos de una felicidad próxima, más bien me recuerda el pasado que se ha ido y no regresa (y no lo hará). El piano me recuerda momentos como éste, distantes, en los que creaba mis pensamientos más profundos. La voz de Ella me recuerda mi soledad, en medio de tanta gente.

Pues bien, la escritura no me va ni me viene, simplemente está aquí, ahora, como estuvo ayer y me estará mañana. De cualquier manera, estoy triste, pero me siento tranquilo, mis sentimientos y pensamientos me confunden. Como escribí hace poco en una de las copias que uso para estudiar, no somos más que animales –simplemente animales –.

Así que he pensado dejar de lado mi raciocinio, pero desgraciadamente es un peso que debo seguir cargando para seguir escribiendo, operando, creando, olvidando, aprendiendo. Somos el animal más vanidoso, egoísta y traicionero. Somos la culminación, ¡¿Errada?!, de la evolución.

¿Qué hago aquí? Seguramente algo bueno, si no, prefiero la muerte.

Iqui Balam

10 de abril de 2009

Café

El ambiente inundado de Wes Montgomery, comiendo pan danés con manzana y bebiendo café negro. En la soledad del estudio encuentro un remanso ansiado. Se escapa todo conforme las palabras se van depositando en la hoja: el tiempo, la vida, los recuerdos, las estaciones… inclusive el aroma del café pierde fuerza y el lastimero sonido del jazz se desvanece.

Oscurece, el día comienza a adoptar los tonos grises que caracterizan su final mientras pienso en una noche color sepia, en donde vea el entorno a través del café que reposa en el fondo de mi tasa.

Ajeno a lo que me rodea, cansado, solo, busco refugio en el fondo del recipiente y descubro un mundo en el que las cosas son lo que son, y no lo que aparentan o nos hacen creer. No veo diferencias entre blanco, amarillo o negro. Todo está lleno de matices que progresan del caqui al marrón.

Doy un sorbo, para no ahogarme con el frío y la soledad, y descubro un sabor diferente a todos los de antes, en ocasiones amargo, unas veces suave y endulzado, otras acompañado de un poco de leche o crema, con espuma o vino. Hoy lo encuentro sincero, sin disfraz, como me gustaría conocerme y conocer a muchos a mi alrededor.

El café que estoy tomando ahora no es amargo, tampoco dulce o quemado; sabe a guardia, lectura, sollozo, sonrisa, pésame, silencio, alboroto; a fogata, desvelo, mañana, tarde, calor, frío; sabe a la vida que ha desfilado frente a mis ojos –y boca, manos, garganta, mente- … sabe también a pasado, a futuro. Sabe a nostalgia cuando no sabe a otra cosa.

A eso me sabe el café, mi vida sin él sería la misma, y a la vez, completamente diferente.

Iqui Balam tomando café, 4 de septiembre de 2008. 17 de enero de 2009.

7 de abril de 2009

Uno más/ SI UNA ESPINA ME HIERE.../ Amado Nervo


El primer poema que me aprendí en la primaria. Me encanta. Amado Nervo. Julio 13 de 1915.


¡Si una espina me hiere, me aparto de la espina,
...pero no la aborrezco! Cuando la mezquindad
envidiosa en mí clava los dardos de su inquina,
esquívase en silencio mi planta, y se encamina,
hacia más puro ambiente de amor y caridad.

¿Rencores? ¡De qué sirven! ¡Qué logran los rencores!
Ni restañan heridas, ni corrigen el mal.
Mi rosal tiene apenas tiempo para dar flores,
y no prodiga savias en pinchos punzadores:
si pasa mi enemigo cerca de mi rosal,

se llevará las rosas de más sutil esencia;
y si notare en ellas algún rojo vivaz,
¡será el de aquella sangre que su malevolencia
de ayer, vertió, al herirme con encono y violencia,
y que el rosal devuelve, trocada en flor de paz!